Comienzo a escribir estas líneas con el título en mente, "La Vida de un Arquitecto en Panamá", aunque al profundizar, me doy cuenta de que no puedo generalizar mi experiencia para todos los arquitectos de mi país. Cada trayecto es único, y el mío ha tomado un rumbo particular en los últimos dos años.
Durante este tiempo, he reflexionado profundamente sobre mi propósito como arquitecto. He invertido incontables horas y he tomado miles de notas, explorando el significado y la dirección de mi carrera. Esta introspección me ha llevado a una claridad que antes no tenía.
Hoy, puedo afirmar con convicción que mi propósito es claro: ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas a través de mis servicios de arquitectura. Este objetivo no solo guía mi trabajo diario, sino que también me impulsa a seguir aprendiendo y creciendo, siempre buscando formas innovadoras y sostenibles para impactar positivamente el entorno y la vida de los habitantes.
A través de cada diseño, cada levantamiento y cada interacción con mis clientes, busco crear espacios que no solo sean funcionales y estéticamente agradables, sino que también respeten y realcen el entorno. La arquitectura tiene el poder de transformar vidas y comunidades, y ese es el legado que aspiro a dejar en Panamá.
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